viernes, 26 de junio de 2009

MENTE BIDIMENSIONAL

por Guillermo Rojas

Estamos tan cansados del tema que a veces no queremos escuchar mas de la cuestión. Lo peor y que aumenta el desasosiego y a veces la ira, es que hay gente que no quiere o no puede entender y siguen con el cantito. Un poco por lo fácil que resulta pensar con esas categorías, después de siglos de acostumbramiento mental, digamos que se forma una suerte de huella, como la de camiones en el camino de tierra embarrado, que hace patinar e impide salidas laterales. Me lo he imaginado de esa forma, luego de escuchar todos los días la misma gilipollada como dirían los gallegos. Confieso que el tema me pudre soberanamente.

¿Usted de que es de izquierda o de derecha? Y dale otra vez a explicar...

No serian nada los que a propósito no quieren entender por que no les conviene, sea zurdos de diferente pelaje como derechistas de diversas tendencias. Con ellos no vale la pena esforzarse mucho, que en seguida los calas: los unos salen con que la única que defiende la justicia, la equidad social y la inclusión de los marginados es la izquierda, ese es el discursete social de los progre nuevos sacerdotes de la mojigatería políticamente correcta (no discriminación, derechos humanos y temática de género). La izquierda neta ya se ha quedado sin ideología, sin concepción del Estado, la economía y la sociedad, lo que era en su día el marxismo. Se cree viva aun, porque sigue aferrada a la axiología negativa, se reduce ya al antifascismo, a referencias al indigenismo inventado en Inglaterra o se ilusiona con el mamarracho del Socialismo del siglo XXI, no impide ello que se coloque en la práctica en el mismo bando que el liberalismo, muchas veces operando y haciendo lo que los gobiernos democráticos por cuestión de imagen no se animan a hacer con la policía. Los extremistas rojos son pandillas de la porra del capitalismo, que les da las migajas para que sigan ocupando un espacio que en realidad esta prácticamente vació: la resistencia contra el sistema. Recordemos sino hace unos días, que se descubrió como se financiaba el Movimiento Teresa Rodríguez y como inmediatamente se tapó el tema. Era financiado por el Estado. El Estado les da lo que manda el Banco Mundial en forma de créditos. Ni vamos a referirnos a los medios con los que cuenta el progresismo, con la Banda de los 30.000 desaparecidos a la cabeza.

Y los otros- la derecha- hablan de la nueva guerra fría latinoamericana, de los que quiere imponer el comunismo con Chavez, Evo y Castro (…su momia) o Kirchner (¡¡¡¡nada menos!!!!) a la cabeza. Los opositores a los K (solamente) están en esa: el fantasma ha resucitado El “sucio trapo rojo” flamea de nuevo. ¡¡Tenemos enemigo!! Adhieren a frentes de la CIA para poder operar. Lo que no sabemos es operar para que y para quienes. Lo peor: algunos hasta se dicen “nacionalistas” En definitiva tienen el mismo destino que la extrema izquierda, ser instrumento del capitalismo global en la lucha o dialéctica inducida, fabricada, para bobos.

Mientras ellos “pelean” y se neutraliza toda resistencia real, el poder sigue en las mismas manos, la explotación continúa junto con la sangría permanente de nuestros recursos. Cuando la mentira se debilita estos pobres diablos la vuelven a fortalecer.
Progresismo e izquierda así como la derecha (conservadora, gorila, emergente del golpismo) se definen siempre por lo anti, antifascismo en los primeros (llamando fascismo a cualquier cosa) y anti comunismo en los otros (creyendo que aun el comunismo existe). Lo único pro en el sistema es lo que realmente se aplica, el neo liberalismo, la tiranía del capital financiero. Lo demás es mera chatarra.

Estamos más que gastados de tanto decir lo evidente: que ambos términos son expresiones del mismo fenómeno y herramienta del Poder Mundial que explota en su provecho, el sedimento dejado en el imaginario colectivo por décadas de lucha bipolar.
Los que sí nos preocupan, son los que tienen el cerebro limado con ese cantito de la izquierda y la derecha, por que justamente pudiéndolos acercar, esta estupida temática los aleja.

A ellos resulta difícil explicarles que no existen derechas ni izquierdas, sino, por una parte, partidos u organizaciones y proyectos del sistema y por otra, grupos y organizaciones más o menos estructuradas (o desorganizadas): un pequeño (imperceptible para el común) movimiento cultural y político antisistema.

Dentro del primer apartado se desarrolla toda una dialéctica falsa donde la derecha (especialmente económica) ejerce el poder real, mientras la denominada izquierda ocupa (usurpa) el lugar de la resistencia: No resiste nada y además vive de los mendrugos que la derecha le tira: del clientelismo político.

Todas las tendencias del sistema son iguales, hacen lo mismo, sólo se distinguen, en el mejor de los casos, en la retórica, los giros terminológicos, los antecedentes históricos ( y prontuariales) de sus mandamases, la extracción social y los antecedentes políticos o académicos de los matones ( o asesores) que los sirven y por algunas recetas técnicas que adoptan para alcanzar idénticos fines en definitiva, al servicio de un único ideario democrático en política, capitalista en economía e izquierdista-marginalista (progresista) en cultura y valores; ni siquiera se detectan tales diferencias fundamentales en la práctica o a la hora de la gestión administrativa: ¿Para que abundar mas sobre esto? Con ver el zoológico político que nos rodea es suficiente, y mas en época pre electoral.

Nosotros los nacionalistas estamos por encima de las derechas y las izquierdas, por eso a la hora de la preguntita repetitiva, es necesario reconocer también que no establecemos las reglas del juego ni los conceptos imperantes en la cultura política: ergo que el sistema hará uso en nosotros justamente de esos conceptos que les son propios y como aparato cultural hegemónico, nos llamaran la ultraderecha, el fascismo.

Como siempre nos debemos a la verdad y a la realidad para decir fuerte y claro que aborrecemos la categorización bidimencional en cualquier grado de intensidad.
Somos radicalmente antisistémicos en orden a lo dicho anteriormente, por que justamente tenemos una clara identidad tanto desde una perspectiva filosófica e ideológica y aspiramos en la práctica a instaurar un nuevo estado de cosas.

Por que en ultima instancia como herederos de los valores culturales y espirituales del cristianismo, nuestro enemigo principal es el judaísmo teológico- político, es decir: una ideología racista y supremacista, religiosa, fundamentalista, imperialista, retrógrada y criminal, verdadera potencia hegemónica a escala planetaria, cuyo discurso y mitología, constituye en definitiva el núcleo duro de pensamiento del Imperio, ideología a la que en ultima instancia el sistema o Régimen de Dominación rinde culto de izquierda a derecha.

Fuente: Red Patriótica Argentina

miércoles, 24 de junio de 2009

KIRCHNER ROBANDO

Documental con todos los Robos de los Kirchner. Como llegaron, ferrocarriles, Indec, pobreza, el campo, los amigos y los negocios, petróleo y minería, pesca, aviones, patotas, clientelismo, los medios, cultura k, provincias dependientes, congreso, ecología, casinos, mitos, promesas, obras y listado corrupción.

3º video...

lunes, 22 de junio de 2009

INTRODUCCIÓN (3/3)

EL NACIONALISMO

Esbozadas, suficientemente para nuestro objeto, las características de la nación y del estado, diremos que el eje de la filosofía nacionalista, es la premisa de que toda nación tiene un ser genuino y que toda la dinámica de su evolución, debe estar destinada –últimamente- al desarrollo legítimo –en el sentido de fidelidad- de este ser genuino.

A su vez, este ser genuino, se traduce en un existir esencial y en un existir formal. Es decir, en una evolución natural de la comunidad política implícita en la nación y en una coetánea evolución institucional. Ambas son el producto del ser genuino. Se influyen recíprocamente entre sí y a su vez, influyen reflexivamente sobre aquél.

Los problemas y conflictos que se derivan de estas circunstancias son permanentes. Han existido siempre aunque condicionados, como es lógico, a las circunstancias históricas. Van ceñidos estrictamente a todas las características sociológicas y están determinados, en primer lugar, por la naturaleza religiosa y biológica de cada ser nacional y luego por las influencias espirituales y culturales por un lado, y por las formas institucionales del derecho público y privado por el otro.

El conflicto cardinal surge cuando estas evoluciones son deformadas caprichosamente por propósitos o intereses ajenos al ser nacional. Entre estos propósitos figuran, por ejemplo, la subordinación del ser nacional a “teorías” institucionales extrañas, como en el caso de la Argentina en 1853; a intereses dinásticos, como en el caso de los Habsburgos, no sólo al dificultar la unificación de Alemania, sino y principalmente, en cuanto intentaron la desgermanización de Austria; a la influencia de minorías que no se integran en las naciones que las albergan; a la simple penetración imperial o al predominio liso y llanamente extranjeros, como en el caso de Flandes afrancesado o Polonia rusificada.

La naturaleza religiosa y biológica, obra en el sentido de la autenticidad, siempre inequívocamente, ya que, como acertadamente dice Belloc, “el tono y carácter de toda sociedad proceden en último término de su filosofía activa: esto es de su religión”. En cambio, las influencias culturales y las formas institucionales, pueden obrar, a veces, en el más peligroso sentido de contradicción, o con toda precisión, podríamos decir, en un sentido de “sofisticidad” del ser genuino de la nación.

Dentro del mundo llamado “occidental” las influencias culturales han sido más características de la época moderna y ello se debe a que nunca, las ideologías, las corrientes espirituales y artísticas y las formas institucionales, has tenido un origen más “teorético”, más “racional”, más “desarraigado”, que en los últimos tiempos. De manera que, a través de minorías de intelectuales, lejanos y aún divorciados del espíritu del país; ajenos –dentro de lo relativo de esta posibilidad- a sus comunidades nacionales, las expresiones culturales y las instituciones de derecho, han sido creaciones “artificiales” de los individuos menos nacionales, y aparecen impuestas a la nación, con el resultado, consciente o no, de subordinar su acción, no al ser genuino, como sería el proceso auténtico, sino a otros propósitos, de distinta naturaleza, pero siempre extranacionales.

Frente a esto, el nacionalismo aparece como tendencia espontánea orgánica, casi como el instinto de conservación de la vida en el individuo, o mas acertadamente, la conservación de su personalidad, de su concepción del mundo, de lo que él considera su goce de la vida, su particular idea de la felicidad, en suma, la libertad de su sujeción. Naturalmente que hay individuos que pierden su personalidad, o que se suicidan, y hay naciones que también se suicidan, o deslíen su personalidad, o varían en una gigantesca anormalidad social.

Por eso, la fuerza del nacionalismo en un pueblo, depende de su salud, de su estar en forma. Y en crisis supremas en que parecen perderse, muchos pueblos sacan reacciones insospechadas y se dan los fenómenos extremos del nacionalismo: el más nítido de ellos, la conquista del estado para preservar, a través de éste, la vida de la nación.

Si la nación es una protoforma, el nacionalismo es la sana intención de que ésta permanezca dentro de dicha protoforma.

La nación es naturaleza, pero el nacionalismo, como excepcional movilización del alma, puede ser historia en instantes decisivos. Cuando la nación está sana, el nacionalismo es consubstancial con ella, es instintivo, pero cuando no, surge el nacionalismo no ya como un suceder, espontáneo y fluente, sino como un volver a ser deliberado y volitivo; el fenómeno natural se hace fenómeno histórico.

Claramente pues, la intención del pueblo de permanecer fiel a la nación, fiel a la personalidad nacional, fiel al ser genuino de la nación, es lo que constituye el nacionalismo.

Fragmento del libro "Universalidad del Nacionalismo", de Emilio Juan Samyn Duco

viernes, 19 de junio de 2009

DIA DE LA BANDERA (20 de Junio)

LA BANDERA NACIONAL

Belgrano es el creador de la bandera “Azul y blanca” y no la “celeste y blanca” que impusieron Sarmiento y Mitre. La bandera, creada en Rosario el 27 de febrero de 1812 por Belgrano inspirada en la escarapela azul-celeste del Triunvirato, debido al color de la heráldica, que no es azul-turquí ni celeste sino el que conocemos como azul. Nada tuvo que ver el color del cielo con que nos quisieron convencer.

Algunos utilizan el argumento para defender el celeste, por el hecho de que por la “sincera religiosidad de Belgrano”, este debió tomar el celeste de la virgen y no el azul. Sin embargo la “sincera religiosidad de Belgrano” no contradice el hecho de que usara al azul ya que algunos suponen que el azul-celeste de los patricios. fue tomado de la Orden de Carlos III, otros, de la inmaculada Concepción”, y otros que ambos colores (el blanco y el azul) fueron sacados del escudo de la ciudad de Buenos Aires, cuyos colores eran precisamente blanco y azul.” Lo cierto es que el Congreso sancionó la ley de banderas el 25 de enero de 1818 estableciendo que la insignia nacional estaría formada por “los dos colores blanco y azul en el modo y la forma hasta ahora acostumbrados”.

Tampoco fueron “celestes y blancas” las cintas que distinguieron a los patriotas del 22 de mayo, sino que eran solamente blancas o “argentino” que en la heráldica simboliza “la plata”. Fueron solamente blancas. La cinta azul se agregó como distintivo del Regimiento de Patricios. Pero tampoco era celeste, sino tomados del azul y blanco del escudo de Buenos Aires.

Azul y blanca fue la bandera que flameó en el fuerte de Buenos Aires, en Ituzaingo durante la guerra con brasil, y en la guerra del Paraguay. En 1813, Artigas le agregaría una franja colorada (punzó) cruzada para distinguirse de Buenos Aires sin desplazar la “azul y blanca”. La bandera cruzada fue usada en Entre Ríos y Corrientes. La cinta punzó fue adoptada por los Federales, mientras los Unitarios, para distinguirse, usaron una cinta celeste, y no el azul de la bandera. Cuando Lavalle inició la invasión “libertadora” contra su patria (apoyado y financiado por Francia) también uso la bandera “celeste y blanca” para distinguirla de la nacional... “ni siquiera enarbolaron (los libertadores) el pabellón nacional azul y blanco, sino el estandarte de la rebelión y la anarquía celeste y blanco para que fuese más ominosa su invasión en alianza con el enemigo” (Coronel salteño Miguel Otero en carta Rufino Guido, hermano de Tomas Guido, el 22 de octubre de 1872. Memorias. ed. 1946, pág. 165).

Rosas, para evitar que al desteñirse por el sol, se confundiera con la del enemigo, la oscurece más, llevándola a un azul-turquí. ¿Por qué Rosas eligió el azul turquí? Por varias razones: porque el “azul real” es más noble y resiste por más tiempo, al sol, a la lluvia, etc. Rosas pensó que el color argentino era el azul, porque asi lo estableció el decreto de la bandera nacional y de guerra del 25 de febrero 1818, y también porque el celeste siempre fue el color preferido de liberales y masones. Fue la bandera que, sin modificarse la ley flameó en el fuerte, en la campaña al desierto (1833 – 1834) en la Vuelta de Obligado y en El Quebracho en 1845,) y la misma que fue saludada en desagravio por el imperio ingles con 21 cañonazos.

El 23 de marzo de 1846 Rosas le escribió al encargado de la Guardia del Monte, diciéndole que se le remitiría una bandera para los días de fiesta, agregando que "...Sus colores son blanco y azul oscuro con un sol colorado en el centro y en los extremos el gorro punzo de la libertad. Esta es la bandera Nacional por la ley vigente. El color celeste ha sido arbitrariamente y sin ninguna fuerza de Ley Nacional, introducido por las maldades de los unitarios. Se le ha agregado el letrero de ¡Viva la Federación! ¡Vivan los Federales Mueran los Unitarios!". La misma bandera se izó en el Fuerte de Bs.As. el 13 de abril de 1836 al celebrarse el segundo aniversario del regreso de Rosas al poder. La misma bandera que Urquiza le regala a Andrés Lamas y que hoy se conserva en el Museo Histórico Nacional de Montevideo.

Rosas, quiso que las provincias usaran la misma bandera y evitaran el celeste, y con ese propósito mantuvo correspondencia, entre otros, con Felipe Ibarra, gobernador de Santiago del Estero, entre abril y julio de 1836. "Por este motivo debo decir a V. que tampoco hay ley ni disposición alguna que prescriba el color celeste para la bandera nacional como aun se cree en ciertos pueblos." (José Luis Busaniche) "El color verdadero de ella porque está ordenado y en vigencia hasta la promulgación del código nacional que determinará el que ha de ser permanente es el azul turquí y blanco, muy distinto del celeste." Y le recordó que las enseñas nacionales que llevó a las pampas y la del Fuerte, tenían los mismos colores, y que las mismas banderas para las tropas fueron bendecidas y juradas en Buenos Aires.

Rosas uso la azul y blanco y le adicionó cuatro forros frigios en sus extremos, según Pedro de Angelis, en honor a los cuatro acontecimientos que dieron nacimiento a la Confederación Argentina: el tratado del Pilar del 23 de febrero de 1820)(que adoptó el sistema Federal), el Tratado del Cuadrilátero (de amistad y unión entre Bs.As y las provincias) la Ley Fundamental de 23 de enero de 1825 (que encargo a Bs.As. las relaciones exteriores y la guerra) ), y el Pacto Federal del 4 de enero de 1831 ( creación de la Confederación, a la que se adherían las provincias).

Expulsado Rosas en Caseros, Sarmiento adopta el celeste unitario en vez del azul de la bandera nacional. En su “Discurso a la Bandera” al inaugurar el monumento a Belgrano el 24 de septiembre de 1873 señaló a la enseña de la Confederación como un invento de bárbaros, tiranos y traidores, y en su Oración a la Bandera de 1870, denigra la “blanca y negra” de la Vuelta de Obligado diciendo además que ” la bandera blanca y celeste ¡Dios sea loado! no fue atada jamás al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra”. Y si alguna vez fue atada al carro de algún triunfador, se lo debemos a Sarmiento y no al Restaurador. Tampoco la celeste y banca de Sarmiento recibió saludo de desagravio de ninguna potencia imperial. Mucho menos la de Mitre.

Mitre se basa en el “celeste” basándose entre otros argumentos en un óleo se San Martín hecho en 1828, como si el color adoptado por un artista fuera argumento suficiente. El general Espejo, compañero de San Martín, en 1878 publicaba sus Memorias del y recordaba como azul el color original de la bandera de los Andes conservada desteñida en Mendoza. Pero Mitre, que siempre interpretó las cosas como le convino, lo atribuyó a una “disminuida memoria del veterano”.

En 1908, ante la confusión existente y a pedido de la Comisión del Centenario, se estableció el color azul de la ley 1818 para la confección de banderas. Sin embargo, siguió empleándose el celeste y blanco, en lugar del la gloriosa “azul y blanca” La misma bandera que acompaño a San Martín en su gloriosa gesta Libertadora y la misma que acompaño los restos del propio Rosas en Southampton.

Bandera argentina de 1818.


Bandera Argentina usada en tiempos de la Liga Federal.


Bandera Argentina de los exiliados Unitarios de Montevideo,
usada como bandera de guerra en buques, hasta 1852.
-FUENTE: GAZETA FEDERAL-

miércoles, 17 de junio de 2009

INTRODUCCIÓN (2/3)

EL ESTADO

En todo lo gregario, existe la necesidad de un orden, que, a su vez, requiere la presencia de un poder para su mantenimiento.

La necesidad de este orden responde a tres claras finalidades: la justicia, para la cohesión interna; la economía, para la perdurabilidad biológica y la defensa, para la supervivencia.

En el mismo inicio del existir nacional, surgen “usanzas”, “costumbres”, que son aceptadas o consentidas por el común y cuya validez de conveniencia es universalmente reconocida. El poder –cualquiera sea la forma con que actúe o el órgano en el que se personifique- ejercido en función de la costumbre, surge espontánea y simultáneamente y se identifica, en ese primer instante histórico, con el concepto de “autoridad”.

Es entonces que nos hallamos ya, en presencia del “estado”, en sus caracteres más elementales pero suficientemente expresivos.

La costumbre, que está originada en motivos pragmáticos, pues nace de la necesidad y se dirige al bien común, es, en realidad, un “habito” del organismo social, en el estricto sentido filosófico del término. En etapas más evolucionadas, la costumbre deviene en ley. Y lo que caracteriza principalmente al estado, es la presencia de la ley, expresión cuasi-cultural del fenómeno histórico que es la costumbre. En virtud de la ley, el estado adquiere una personalidad, una individualidad propia y distinta.

Cuando el poder es ejercido fielmente, en función de la ley, deja de ser mero “poder” para convertirse en “autoridad”.

Pero el estado, que en su inicio parecía ser de origen natural –tan natural como la organización de una colmena- y que pertenece normalmente al orden histórico, llega, en ciertos momentos críticos de a vida nacional, a pertenecer exclusivamente al orden cultural.

Diríamos que el estado es una forma que corresponde a la corporeidad que representa la nación.

Cuando esta forma está determinada por los lineamientos generacionales de la corporeidad nacional, el estado es un fenómeno histórico- y obra en el sentido de la autenticidad del ser nacional.

Es lo que, co menos claridad, tortuosamente y en cierto modo tomando causa por efecto, trata de expresar Spengler cuando dice: “Un pueblo está en forma cuando constituye u estado”.

Cuando es una forma artificial que no coincide o no corresponde a la realidad corporal de la nación, es un fenómeno estrictamente cultural y obra en un sentido de adulteración del ser genuino.

Es decir, que cuando la estructura del estado es el producto de puras causas históricas; cuando es el producto de la auténtica evolución institucional de un pueblo, no ofrece problemas. En cambio, cuando esta estructura responde obedece a imposiciones “racionales” de “teorías” que contradicen al ser genuino, se origina el divorcio entre la nación y el estado, a consecuencia de lo cual se produce un fenómeno de carácter histórico, por el cual, o bien el estado altera o aniquila a la nación, dando lugar en todos los casos a una nación nueva y distinta, o bien la nación destruye al estado antinacional y recrea la legítima estructura del estado, que permitirá el auténtico existir de la nación.

E estado, únicamente como fenómeno cultural, no puede alterar o destruir a la nación. Sólo puede hacerlo mediatamente, cuando llega a producir causas naturales o históricas. Si no llega a producirlas, el estado nacional es en realidad una pseudo forma, debajo de cuya aparente estructura, subsisten intactas las autenticas vivencias nacionales.

La lucha entre el estado como fenómeno histórico y el estado como fenómeno cultural, engendra la teoría del derecho.

De la alteración de los verdaderos caracteres de la ley (cuyo principal es la aceptación o consentimiento de la comunidad nacional); de la diferencia entre el concepto de “poder” y el de “autoridad” y de la degeneración del estado como fenómeno histórico, en el estado como fenómeno cultural, surgen los problemas que van a dar origen, como reacción de solución histórica, a ciertas expresiones particularísimas y circunstanciales del nacionalismo.

Fragmento del libro "Universalidad del Nacionalismo", de Emilio Juan Samyn Duco

domingo, 14 de junio de 2009

KIRCHNER ROBANDO

Documental con todos los Robos de los Kirchner. Como llegaron, ferrocarriles, Indec, pobreza, el campo, los amigos y los negocios, petróleo y minería, pesca, aviones, patotas, clientelismo, los medios, cultura k, provincias dependientes, congreso, ecología, casinos, mitos, promesas, obras y listado corrupción.

1º video...





2º video...



viernes, 12 de junio de 2009

INTRODUCCIÓN (1/3)

LA NACION

La nación pertenece al orden natural. Es naturaleza. Su origen está en la familia misma, que trasciende, inicialmente, al clan y a la tribu, por una acción cuantitativa, hasta devenir concretamente en "nación".

Por natural, entendemos lo que le ha sido "dado" al hombre; por histórico, lo que está en el mundo de las decisiones humanas. Lo que el hombre no puede cambiar, es naturaleza, en lo que puede influir, es historia. Lo que el hombre crea, es cultura.

En su inicio pues, la nación representa una unidad racial y la convivencia de las familias que la integran, en un mismo lugar. Por consiguiente, en la idea de nación, están implícitos el mismo origen y el mismo paisaje, o sea, una raza armonizada plenamente en su raíz biológica y en su adaptación telúrica.

En realidad, las naciones son agrupaciones de grandes ramas consanguíneas. Aún en los países que han sufrido grandes procesos migratorios, esto vuelve a ser una realidad al cabo de cierto tiempo. Un hombre, a través de veinte generaciones, tiene más de quinientos mil antepasados. Si una región, hace cuatrocientos años, tenía cien mil habitantes y no ha sufrido introducción de elementos foráneos de cierta importancia numérica, virtualmente los habitantes actuales son todos parientes consanguíneos entre si.

Todos los elementos en conjunto: unidad de raza, influencia del paisaje, adaptación vital al medio ambiente y evolución cuantitativa que se traducirá en una heterogeneidad cada vez mayor y más compleja del ser nacional, darán definitivamente el fenómeno "nación", cuya característica distintiva será el "temperamento" nacional, más preciso que las características somáticas, y más rápido que éstas en adquirirse y definirse.

Este fenómeno natural que es la nación, puede sufrir -y generalmente sufre- modificaciones en su ser genuino. Tanto el paisaje, con su tan íntima y directa influencia sobre la raza, como la raza misma, pueden cambiar o variar por causas naturales o históricas.

Cuando se pierde momentáneamente la unidad consanguínea, el paisaje vuelve a adquirir su importancia como forjador de razas, aunque su influencia, casi imperceptible para nosotros por su lentitud, provocará las consiguientes crisis en la evolución del ser nacional.

Cuando, además de quebrada momentáneamente la unidad consanguínea, no exista la fijeza o la unidad en el paisaje, la nación perdurará, no obstante, como tal, en virtud de un nexo psicológico: la voluntad de ser nación, que es al comienzo una necesidad de la vida común, y que luego, en etapas más evolucionadas en sentido de madurez -nunca de perfección- deviene sutilmente en poderosa idealización que llegará a crear en los individuos, nada menos que una jerarquía de valores.

A medida que el ser nacional evoluciona cuantitativamente, se opera una inversión, en orden de importancia, de sus elementos constituyentes. De la raza armonizada con el paisaje y tenuemente vinculada por el nexo psicológico -casi innecesario entonces- se pasa al nexo psicológico como factor principal de la constitución de la nación. Y tanto que, a veces, llega a ser absoluto y único, ya que puede darse el caso de que no exista, en un momento histórico determinado, la unidad racial y de que haya desaparecido el paisaje, por el cambio del paisaje o la variedad del mismo dentro del propio territorio y no obstante, la nación subsista y conserve intactas sus posibilidades de viabilidad.

Pocas son las naciones que han podido conservar cierto grado de pureza racial, no de unidad racial, esta sí, fácil de lograr y de conservar. Las migraciones, por causas bélicas, económicas, religiosas o políticas, han alterado permanentemente, en un constante fluctuar histórico, la pureza de las razas. La migración, en quienes emigran, implica asimismo el cambio de paisaje. En cuanto a la ausencia de paisaje -y que por su misma ausencia crea un influencia de carácter psicológico que reemplaza la específica de carácter telúrico- aparece sólo en ciertas expresiones excepcionales de "nomadismo cultural", de las cuales son una grotesca supervivencia -inclusive por su desconexión con el tiempo- las tribus gitanas. El mismo caso se da aunque con caracteres peculiarismos, en el pueblo judío y, desde luego, con mucha mayor nocuidad para las naciones que lo albergan. Más adelante veremos los problemas conexos que presentan en la actualidad, la supertécnica, la superpoblación, y conjugado con estos dos factores, el predominio nocivo de las grandes urbes sobre el espíritu de la tierra. Naturalmente, usamos el término de "raza" en su sentido habitual y convencional y no dentro del rigor científico.

Este nexo psicológico que en su inicio es simplemente un claro instinto gregario, no sólo participa de la necesidad y conveniencia de vivir en común, no sólo es un sentimiento de pertenecer a la comunidad nacional, sino que se traduce principalmente en una voluntad de pertenecer a la comunidad nacional omo ésta es y de conservarla como tal en su auténtico ser genuino, de tal manera que este nexo, para nosotros aparentemente psicológico tan sólo, llegará a constituir una ley de fidelidad específica.

La pertenencia del individuo a la nación es de carácter ineludible e inevitable como la sangre misma.

En el prístino sentido de la palabra, se halla claramente expresado este concepto de origen, de filiación irreversible: nación de "nasce", nacimiento.

El "hacerce" de una nación, no está en contradicción con lo dicho. Ya que el "hacerse histórico", en el sentido de Ortega y Gasset, es un hacerse sobre una base natural. El "hacerse" deriva del "ser".

Y no solamente el hombre no podrá dejar de pertenecer a la nación, sino que tofo lo humano, todo lo que sea un producto o un producirse humano, será necesaria e ineludiblemente nacional.

Fragmento del libro "Universalidad del Nacionalismo", de Emilio Juan Samyn Duco